martes, 10 de agosto de 2010

La Historia Oficial (parte I)


Australopithecus would really have been sick of us
debating how we're here,
they're catching deer (we're catching viruses!)

- "History of Everything", Barenaked Ladies

A mi familia, mi novia, mis amigos y mis conocidos no les es noticia que me voy de mi facultad. Me voy a otra carrera. Después de sopesar muchísimos platos de balanza, entre los que estaban mi posible falta de capacidad y talento, la falta de rigor de mi facultad, el mal empleo que hice del tiempo libre que me dejaba, la imposibilidad legal de hacer dos carreras continuadas si no era por dirigido, la posibilidad de trasladarme de carrera sin hacer exámenes, etc. Actualmente estudio en la facultad de cine, radio y televisión del ISA. Si me aprueban mi solicitud, en Septiembre empezaré a estudiar en Derecho en la UH. Cinco años más.

Ya muchas veces han habido gritos de “¡demente!” a mi alrededor, y es comprensible. Por alguna razón, la gente siempre me vió como alguien creativo artísticamente (no sé dónde vieron eso) y por otro lado la carrera de Derecho tiene un muy bien ganado estigma en este país. Es algo en lo que siento que puedo ser bueno, sé que puede estimularme, tiene un balance saludable de estudio al que puedo adaptarme, y era mi segunda opción en el pre. Me gusta. Hace unos meses mientras me acercaba a los juicios de un bufete con un amigo hice más preguntas en tres días que en mis seis meses de prácticas en el ICRT. En el pre elegí el cine porque ponía muchas menos trabas para irse del país. Ahora tengo claro que para ser bueno me hacía falta una motivación que nunca encontré.

Pero todas las carreras te dejan algo, no importa a dónde vayas. Muchos universitarios de ciencias se quedan con un rigor y una organización mental que les permiten enfrentarse a una multitud de tareas, ya sea el biólogo que ahora tiene un luchado pero provechoso empleo en el turismo, como el físico que se dedica a la venta de equipos de cine y tv en Canadá. Yo de mi carrera me llevo algo. Una capacidad un poquito mayor para detectar y deconstruir mentiras.

Si algo te enseña el arte es que no hay apreciaciones exactas. Muchos funcionarios de las Academias, haciendo frente a cualquier idea central que intente dictar un dogma, dirán que no es necesario cuestionar cómo es o de dónde proviene el arte, que todo es válido. El basamento teórico, o la crítica, existen para otorgar cierta validación, pero al final el único juez es el público. Aunque entiendo al 100% esta lógica, nunca simpaticé demasiado con esa anarquía ideológica (sería igualmente provocativo decir "exceso de amplitud mental") en la que, salvo esas excepciones donde los funcionarios salían a decir cómo tal y tal cosa estaban mal, cuando se trataba de arte todo estaba bien. Lo importante es que llegara al público.

Y mientras en el cine y la televisión se la pasan siguiendo fórmulas mal concebidas de entretenimiento y manipulación de audiencias… mientras entre los realizadores independientes se trata de romper esas fórmulas, a veces con solipsismo, a veces con éxito casi universal… la máxima sigue siendo “cómo hacer que el público se trague esto”. El arte, en general, va de cómo decir cosas. Y desde el inicio de mis cuatro años de carrera, pensando en términos de estética y drama, me encontré perennemente articulándolo casi todo en términos de yuxtaposición de planos, de subtexto, de ficción… veía todas las cosas en la vida como historias. Llegué a pensar que era una particularidad mía, en mi juvenil ombligocentrismo. Hasta que un día me encontré con “Story”, de Robert McKee. Gente como McKee entiende a la perfección que no sólo yo, sino todo el mundo, comprendemos la vida a través de historias. Las historias son la unidad de comprensión/aprehensión de la vida, la traducción de la experiencia humana.

Imaginemos cuántas páginas de prosa se escriben a lo largo de un día en todo el mundo, cuántas obras se interpretan, cuántas películas se ven, la interminable corriente de comedia y drama en la televisión, las veinticuatro horas de noticias impresas y retransmitidas, cuántos cuentos se relatan a los niños al irse a dormir, cuánta fanfarronada en bares, cuánto cotilleo navega por Internet. El apetito de historias que tiene la humanidad es insaciable. La narración no es sólo nuestra forma de arte más prolífica, sino que rivaliza con todas las demás actividades - trabajar, jugar, comer, hacer ejercicio - para captar nuestro tiempo de vigilia. Dedicamos tanto tiempo a narrar y a escuchar historias como a dormir, e incluso entonces soñamos. ¿Por qué? ¿Por qué dedicamos una parte tan grande de nuestra vida a las historias? Porque, como dice el crítico Kenneth Burke, las historias nos aprovisionan para la vida.

Día tras día buscamos una respuesta a la eterna pregunta que se planteó Aristóteles en su Ética. ¿Cómo debería dirigir un ser humano su vida? Pero la respuesta es esquiva, se oculta tras las muchas horas en las que uno lucha por conciliar sus capacidades y sus sueños, por fundir ideas y pasiones, por convertir el deseo en realidad. (…) Tradicionalmente la humanidad ha buscado la respuesta a la pregunta planteada por Aristóteles en las cuatro sabidurías – la filosofía, las ciencias, la religión, el arte –, tomando de cada una alguna intuición para componer con ellas un significado que se pueda experimentar. Sin embargo, ¿cuánta gente que no tenga que aprobar un examen lee hoy a Hegel o Kant? La ciencia, antiguamente la gran encargada de dar explicaciones, tergiversa la vida con complejidades y perplejidad. ¿Quién es capaz de escuchar sin cinismo a los economistas, a los sociólogos o a los políticos? La religión se ha convertido para muchos en un ritual vacío que enmascara la hipocresía. Al reducirse nuestra fe en las ideologías tradicionales, nos dirigimos hacia la fuente en la que todavía creemos: el arte de contar historias.

-“Story”, Robert McKee

“Story”, un manual para escribir guiones cinematográficos con lenguaje de gurú, a veces sirve de excelente guía sobre cómo entendemos la vida. McKee, y antes de él Joseph Campbell y Carl G. Jung y muchos más, ve pautas en la narraciones que han perdurado, en los mitos universales, que revelan cómo las historias son uno de los pilares más importantes de la cultura misma. Y McKee tiene razón, es reduccionista y de pocas luces pensar que es nuestra vida la que da forma a nuestras historias. Si en algún momento fue así, ya no lo es. La simbiosis entre ficción y realidad es casi imposible de distinguir hoy en día. No hay que ir muy lejos para ver que todo el tiempo nos vemos como protagonistas en una historia, con conflictos internos, personales o sociales; con antagonistas, mentores, tentaciones, intereses románticos y alivios cómicos; con episodios compuestos de una plétora de momentos claves, desde detonantes hasta clímax, o con finales abiertos, siempre dejando fuera lo que preferimos olvidar… y así es visto todo. Así construimos nuestros mitos, que le dieron vida a nuestra religión… y así estructuramos nuestra Historia, la contada por los victoriosos, la espina dorsal de la política. Básicamente, casi toda nuestra ideología está basada en pequeñas unidades de conocimiento. Los científicos pueden llamarles “teorías” o “experimentos”. Yo que vengo del mundo del arte les digo “historias”. El punto está en… ¿cuáles son las historias ciertas? ¿Cuáles tienen sentido? ¿Cuáles nos venden una noción real de la vida? En este nuevo contexto, en el arte=vida, la idea de desechar a la crítica parece mucho más loca. Necesitamos rechequear nuestros hechos. ¿Cómo podemos vivir nuestra vida sin estar un poco más seguros de lo que creemos?


“Nunca entendiste por qué hicimos esto. El público sabe la verdad: el mundo es simple. Es miserable, sólido hasta su mismo núcleo. Pero si puedes engañarles, aunque sea por un segundo, entonces les haces preguntarse, y en ese momento tú puedes ver algo realmente especial… ¿Realmente no sabes?... Era la expresión en sus rostros.”

- Robert Angier

Una de las cosas que por las que el estudio de las leyes (en su parte teórica, no en la práctica distorsionada y corrupta que tiene en Cuba) me atrae mucho más que el arte es que en el Derecho todo debe estar fundamentado, existen herramientas de debate y desmitificación para todo lo que se hace. Si yo me dejaba guiar por la idea que tenía la gente de que yo soy bueno en mi carrera, hubiera perdido mi oportunidad de trasladarme y posiblemente estudiar algo que me guste. Y heme aquí reescribiendo. What if? ¿No es ese un puro acto de la emoción? ¿Querer transformar la vida, querer (re)contar en subjuntivo? Historias de nuevo. Nuestra verdadera manera de adivinar/desear.

Creo que fue también Aristóteles el que dijo que la ciencia del Hombre consiste más en desmentir falsedades que en descubrir verdades. Yo me di cuenta de que podía hacer un viraje en mi vida, cambiar la forma de pensar mi futuro, y lo hice. De esa manera he sido capaz en mi vida de cambiar de ideas políticas, de ideas sobre las relaciones, de ideas sobre lo que sea. Y las veces en las que pasó, fue porque pude ver (o alguien me enseñó) las lagunas de una idea.

Existe una buena historia (ja!) para esto.

En cierta ocasión (real o en el mundo de los mitos urbanos) se llevó a cabo el siguiente experimento de comportamiento. Se colocaron 6 monos en una jaula, en el centro de la cual se encontraba una escalera que permitía alcanzar un racimo de plátanos que colgaba del techo. En cuanto uno de los monos intentaba alcanzar los plátanos, se les rociaba a todos con agua helada lo cual hacía que desistiera de su intento. Este proceso se repitió tantas veces cómo intentos por alcanzar los plátanos realizaron los monos. Finalmente, cuando alguno de los monos intentaba alcanzar los plátanos, eran sus propios compañeros los que le impedían acercarse a la escalera a base de golpes hasta que el mono desistía de su intento.

Llegados a este punto, se sacaba uno de los monos de la jaula y se introducía otro que no había participado previamente en el experimento. Al poco rato de entrar en la jaula, el mono intentaba encaramarse a la escalera para coger los plátanos, pero en cuanto se acercaba a la escalera, sus compañeros le agredían a golpes. A ninguno le gustaba la posibilidad de otra ducha helada. El nuevo mono no entendía nada, pero tras reanudados intentos se da dio cuenta de que no podía acercarse a los plátanos sin ser vapuleado. Y a él no le gustaba la idea de ser vapuleado.

Días más tarde, se sacó a otro de los monos de la jaula que empezaron el experimento y se introdujo uno que tampoco tenía ningún conocimiento del funcionamiento del mismo. Igual que en el caso anterior, el mono novato intentó agarrar los plátanos y cada vez que iba a por ellos, todos sus compañeros de jaula se abalanzaban sobre él para impedírselo. La nota curiosa es que el mono que fue introducido a mitad del experimento y que no tiene la experiencia de haber sido bañado en agua helada también participaba en la agresión, incluso sin saber por qué. Para él, simplemente, no estaba permitido acercarse a la escalera. Poco a poco se van sustituyendo todos los monos que comenzaron el experimento por otros que no han experimentado en ningún momento el hecho de haber sido rociados con agua helada.

El proceso se repitió y la tradición se mantuvo, incluso después de ser sustituido el último de los monos originales de la jaula. El comportamiento de los simios continuó igual. ¿Quién necesita de conocimiento de causas cuándo tenemos las historias de los demás? ¿Quién de entre los monos precisaba de más convencimiento que la presión de pares? Era simplemente conocimiento común: "Está prohibido subir por la escalera y quien lo intente se expone a una represión por parte de los demás."

Mi decisión personal realmente es tratar de dejarme de comportar como si fuera un mono viviendo entre más monos. Realmente preferiría poder llegar al plátano y no morir en el intento. Ese es el verdadero mérito de cuestionar el conocimiento común. ¿Cuánto realmente sabemos sobre lo que está bien o no? ¿Cuántas lagunas existen en la Historia Oficial?

Se me ocurren unas cuantas.

“Las historias nos pertrechan para la vida.”
- Kenneth Burke

- Melkay -