martes, 27 de agosto de 2013

Marx nuestro que estás en el comunismo

Hay días en los que puedes discutir con un marxista y logras que reconozca sus errores. Hay otros, quizás la mayoría, en los que no puedes. El marxista inconvencible es fácil de identificar. No importa cuántas veces le refutes sus mitos y falacias, se empecinan en seguir hablando de clases, de 'burguesía', de un 'Estado burgués' y otro de 'la clase trabajadora', de explotación, de gobernantes al servicio del proletariado. Ahí me doy cuenta de que la charla no llegará a ningún sitio porque estoy conversando con un fanático religioso, y ningún religioso se vuelve agnóstico en un día.



"El marxismo ha sido la mayor fantasía de nuestro siglo. La influencia que él tuvo, lejos de ser el resultado o prueba de su carácter científico, se ha debido casi enteramente a sus elementos proféticos, fantásticos e irracionales."

Leszek Kolakowski




El marxismo es religión pura. Para mostrarlo, nada mejor que una buena analogía. ¿Nunca notaron los parecidos entre el marxismo ortodoxo y el catolicismo medieval? Es una ideología que enseña a sus seguidores a esperar la llegada del Mesías y el paraíso terrenal (el Socialismo), que será heredado por el pueblo elegido (el Proletariado) para lo cual antes tendrá que ocurrir el Apocalipsis (que se agudicen al máximo las contradicciones entre explotadores y explotados, con la subsecuente revolución social). Sostienen que existía un Edén anterior al pecado original (la comunidad primitiva sin propiedad privada) y tras ella comenzó la vida terrenal, llena de pecado (o de 'explotación del hombre por el hombre').

A ese punto se llegará inexorablemente, porque así es el plan divino (el materialismo dialéctico). Pero su llegada más rápido en la medida en la que surjan más fieles que estén con Dios (que los trabajadores ganen 'consciencia de clase') y que menos personas se dejen seducir por Satanás (la propaganda explotadora burguesa/imperialista). Esto ha sido manifiesto así en un texto sagrado de revelaciones (Das Kapital), que anuncia el segundo advenimiento del Mesías (la dictadura del proletariado) luego del cual se hará realidad la promesa de vida eterna sin dolor de ninguna clase (terminará la escasez y cada cual dará según su capacidad y recibirá según sus necesidades). Se espera también el Juicio Final (los juicios a los enemigos de la revolución/el pueblo) pero hasta entonces transcurrirá un largo periodo de reinado del Mal (Capitalismo). Es un periodo difícil, pero que anuncia que el fin de los tiempos está cerca.

Para sortear esos obstáculos existe la guía de una orden de iluminados clericales (la vanguardia revolucionaria) que entienden mejor las enseñanzas de los profetas (Marx, Lenin, Mao, Kim Il-Sun, Castro), que avanzarán la Guerra Santa (las conquistas violentas del proletariado) y las misiones de caridad (el internacionalismo proletario), siempre bajo la dirección divina y doble de la Corona y la Iglesia (el Gobierno Popular y el Partido).


Hasta ahora, la práctica de estas ideas sólo ha implicado lograr que un grupo alcance el poder, perpetuarlo ahí y defenderlo a toda costa, aunque eso implique justificar alianzas inconcebibles, reorientaciones abruptas, perdones estratégicos, purgas internas e invenciones constantes de enemigos interiores, exteriores y anteriores. En el camino, este grupo poderoso va invadiendo todas las áreas de la vida que puede, perpetuando la pobreza, la ignorancia, la intolerancia y el aislamiento.

Y todo esto en nombre de los pobres y sufridos de la Tierra.

Por todo esto, es enteramente normal que el marxismo sea tan anti-religión. Al igual que el cristianismo medieval, el marxismo necesita hablar mal de otras religiones. Compite con ellas. Ha reciclado muchos de los mismos arquetipos. Ha usado el mismo esqueleto cultural para poner en él sus ídolos. Y como mismo hemos aprendido a convivir pacíficamente con las religiones, haciéndolas de ámbito privado, evitando que se las persiga con el Estado y que usen al Estado ser impuestas a la gente, creo que tendremos que hacer lo mismo con el marxismo. Que la adoración a Marx termine siendo de índole privada y que nunca más se mezcle con la política.

 - Michel -

pd. para leer un análisis profundo de las raíces religiosas de la filosofía Marxista, recomiendo este trabajo de Murray Rothbard.

sábado, 24 de agosto de 2013

It's the ideology, stupid!


"Han pasado los años, pero ésta sigue siendo una revolución de jóvenes como lo éramos el 26 de julio de 1953. (...) aunque hayan pasado los años el recambio generacional está en marcha con tranquilidad y serena confianza."

- Raúl Castro Ruz, presidente de un gobierno conservador revolucionario de hombre blancos, viejos, ricos y en su mayoría militares, en una frase que dice algo como 'Quien espera medio siglo puede esperar unas décadas más, ¿no?'


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"Todo el mundo moderno se ha dividido en conservadores y progresistas. 
El negocio de los progresistas es el de seguir cometiendo errores. El negocio de los conservadores es el de impedir que los errores sean corregidos. Aun cuando el revolucionario pueda llegar a arrepentirse de su revolución, el tradicionalista ya la está defendiendo como parte de su tradición. Es así que tenemos dos grandes tipos: la persona avanzada que nos apresura a la ruina, y la persona retrospectiva que admira las ruinas."

- Gilbert Keith Chesterton
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"El conservador muestra una inusitada reverencia por la autoridad, el liberal en cambio siempre desconfía del poder. El conservador pretende sabios-filósofos en el gobierno, a lo Platón, mientras que el liberal, a lo Popper, centra su atención en marcos institucionales que apuntan a minimizar el daño que puedan hacer los gobernantes.

El conservador es aprensivo respecto de los procesos abiertos de evolución cultural, mientras que el liberal acepta que la coordinación de infinidad de arreglos contractuales producen resultados que ninguna mente puede anticipar y que el orden inherente al proceso de mercado no es fruto del diseño ni del invento de mentes planificadoras. El conservador tiende a ser nacionalista-"proteccionista" mientras que el liberal es cosmopolita-librecambista. El conservador propone un sistema en el que se impongan sus valores personales, mientras que el liberal mantiene que el respeto recíproco incluye la posibilidad de que otros compartan valores muy distintos mientras no afecten derechos de terceros.


Al conservador no le importa que se amplie el ámbito del poder, siempre y cuando se promuevan sus intereses, el liberal, en cambio, hace de la libertad un valor irrenunciable y lo considera un sine qua non para las autonomías individuales. El conservador es tradicionalista mientras que el liberal es respetuoso de las tradiciones. El tradicionalismo pretende la adhesión incondicional al statu quo sin comprender que si esto fuera estrictamente cumplido no habríamos pasado de la edad de piedra. El liberal no es adicto a los cortes drásticos en los procesos históricos, considera que las modificaciones deben producirse en el contexto de una evolución paulatina a los efectos de que el proceso de prueba y errores pueda ser tamizado y adecuado a las necesidades.


El conservador no entiende el significado del mercado y, por ende, los subestima, considera que "el arte de la política en manos de estadistas" es lo primordial, mientras que el liberal pretende despolitizar todo lo que sea posible y estimula que los arreglos voluntarios ocupen el mayor espacio posible.

El conservador suscribe la alianza entre la iglesia y el estado mientras que el liberal la considera nociva y peligrosa. El conservador tiende a ser intolerante mientras que el liberal hace de la tolerancia su leitmotif."

- Alberto Benegas Lynch (h), "William Graham Summer: una luz potente"





"El idioma inglés ha tomado la palabra liberal del castellano y le ha dado un significado distinto. En líneas generales puede decirse que en materia económica el liberalismo europeo o latinoamericano es bastante diferente del liberalismo norteamericano. Es decir, el liberal americano le suele quitar responsabilidades a los individuos y asignarlas al Estado. De ahí el concepto del estado benefactor o welfare que redistribuye por vía de las presiones fiscales las riquezas que genera la sociedad. Para los liberales latinoamericanos y europeos, como se ha dicho antes, ésa no es una función primordial del Estado, puesto que lo que suele conseguirse por esta vía no es un mayor grado de justicia social, sino unos niveles generalmente insoportables de corrupción, ineficiencia y derroche, lo que acaba por empobrecer al conjunto de la población.

Sin embargo, los liberales europeos y latinoamericanos sí coinciden en un grado bastante alto con los liberales norteamericanos en materia jurídica y en ciertos temas sociales. Para el liberal norteamericano, así como para los liberales de Europa y de América Latina, el respeto de las garantías individuales y la defensa del constitucionalismo son conquistas irrenunciables de la humanidad. Una organización como la American Civil Liberties Union, expresión clásica del liberalismo americano, también podría serlo de los liberales europeos o latinoamericanos.


¿En qué se diferencian las distintas corrientes democráticas contemporáneas? La socialdemocracia pone su acento en la búsqueda de una sociedad igualitaria, suele identificar los intereses del Estado con los de los sectores proletarios o asalariados, y usualmente propone medidas fiscales encaminadas a una hipotética "redistribución" de las riquezas. El liberalismo, en cambio, no es clasista, y coloca la búsqueda de la libertad individual en la cima de sus objetivos y valores, mientras rechaza las supuestas ventajas del estado-empresario, y sostiene que la presión fiscal destinada a la "redistribución de la riqueza" generalmente empobrece al conjunto de la sociedad, en la medida que entorpece la formación de capital.


Aunque en el análisis económico suele haber cierta coincidencia entre liberales y conservadores, ambas corrientes se separan en lo tocante a las libertades individuales. Para los conservadores lo más importante suele ser el orden. Los liberales están dispuestos a convivir con aquello que no les gusta, siempre capaces de tolerar respetuosamente los comportamientos sociales que se alejan de los criterios de las mayorías. Para los liberales la tolerancia es la clave de la convivencia, y la persuasión el elemento básico para el establecimiento de las jerarquías. Esa visión no siempre prevalece entre los conservadores. Un ejemplo claro de estas diferencias se daría en el espinoso asunto del consumo de drogas: mientras los conservadores intentarían combatirlo por la vía de la represión y la prohibición, los liberales por lo menos una buena parte de ellos opinan que la utilización de sustancias tóxicas por adultos alcohol, cocaína, tabaco, marihuana, etc. pertenece al ámbito de las decisiones personales, y a quienes las consumen no se les debe tratar como delincuentes, sino como adictos que deben ser atendidos por personal médico especializado en desintoxicación, siempre que libremente decidan tratar de abandonar sus hábitos.


Por otra parte, resulta frecuente la colusión entre empresarios mercantilistas conservadores y el poder político, fenómeno totalmente contrario a las creencias liberales. No es verdad, pues, que el liberalismo sea la corriente política que defiende los intereses de los empresarios: la mera convicción de que el Estado no debe proteger de la competencia a ningún grupo empresarial desmentiría este aserto: suelen ser los conservadores quienes cabildean para obtener protecciones arancelarias o ventajas que siempre son en perjuicio de otros sectores. 


Aún cuando la democracia cristiana moderna no es confesional, entre sus premisas básicas está la de una cierta concepción trascendente de los seres humanos. Los liberales, en cambio, son totalmente laicos, y no entran a juzgar las creencias religiosas de las personas. Se puede ser liberal y creyente, liberal y agnóstico, o liberal y ateo. La religión, sencillamente, no pertenece al mundo de las disquisiciones liberales (por lo menos en nuestros días), aunque sí es esencial para el liberal respetar profundamente este aspecto de la naturaleza humana.


Por otra parte, los liberales no suelen compartir con la democracia cristiana (o por lo menos con alguna de las tendencias de ese signo) cierto dirigismo económico y la voluntad redistributiva generalmente reivindicada por el socialcristianismo. En América Latina esa vertiente populista/estatista de la democracia cristiana encarnó en gobiernos como los de Frei Montalva, Napoleón Duarte y en cierta medida Rafael Caldera, o en los sindicatos agrupados en la CLAT. Los liberales no creen que la propiedad privada sólo se justifica "en función social", como aparece en los papeles de la Doctrina Social de la Iglesia, y como confusamente repiten muchos socialcristianos sin precisar exactamente qué quieren decir con esa peligrosa frase, ambigua fórmula que puede abrir la puerta a cualquier género de atropellos contra los derechos de propiedad."


- Carlos Alberto Montaner, "Liberalismo y Neoliberalismo en una lección".


Leer también: "¿Es Uribe un presidente conservador?"
Ver también: "
Who favors more freedom, liberals or conservatives?"